In memoriam Rafael García Albalá

In memoriam Rafael García Albalá

Nos apena transmitir a los aficionados al vuelo la noticia del fallecimiento de Rafael García Albalá, simplemente Albalá para sus muchos amigos y conocidos, que tuvo lugar el pasado 2 de marzo, con 85 años de edad.

Albalá fue un profesor de Vuelo sin Motor, que desarrolló casi toda su carrera en la Escuela de Ocaña (Toledo), aunque en sus 38 años de actividad fue instructor, y luego profesor, en las del Cerro de Telégrafo (Madrid), Monflorite (Huesca), Somosierra (Madrid) y Villafría (Burgos). Como orden de magnitud, los alumnos que recibieron su enseñanza superan sin duda el millar, sus horas de vuelo las 13.000 y 120 los tipos de aeronaves –veleros y de motor- volados por él. Para valorar ese tiempo transcurrido en el aire hay que resaltar que no han sido vuelos acompañando al piloto automático, sino cambiando constantemente de aparato, alumno, pasajero o tipo de vuelo, y haciendo muchos más despegues y aterrizajes que las horas registradas.

Su recorrido, que lo acredita como exponente señalado de la más pura afición, arranca, no en vano, con el aeromodelismo juvenil, -competidor, instructor, récords de vuelo circular- en tiempos de posguerra en que se construía todo a mano, normalmente sin planos, en las escuelas de Falange, para después convertirse en fundador de clubes. Luego, en el lejano 1945, inicia su paso por todos los peldaños del vuelo sin motor clásico -títulos “A”, “B” y “C”- antes de volar como instructor. Esto conllevaría también ser piloto de motor para efectuar remolques por avión.

La mayor parte de su labor de enseñanza se desarrollaría en la Escuela de Vuelo sin Motor de Ocaña, donde en 1984 y 1985 fue el profesor de la Infanta Doña Cristina de Borbón y Grecia. En la parte que le corresponde de los muchos pilotos hechos en las escuelas, otrora del Ejército del Aire y después de Aviación Civil, hay que decir que de entre ellos ha salido una parte significativa de los profesionales españoles de la aviación militar, comercial y de líneas aéreas. Y no sólo eso, fue también la semilla que permitió germinar a nuestros clubes deportivos de vuelo sin motor, empezando por la Sección de Vuelo o Vela del Real Aero Club de España, con campo en Mora de Toledo, y con el tiempo devenido en Real Aeroclub de Toledo. Albalá fue una presencia frecuente también allí, y buen abogado de aquella causa.

Como protagonismo deportivo, también estuvo en la brecha desde la primera hora: Insignia “C” de Plata, ayudante del equipo español en el IV Campeonato Mundial de Vuelo a Vela de 1952 en Cuatro Vientos, en 1954 en Inglaterra, en 1963 en Argentina como piloto de reserva y en 1968 en Polonia, ya como piloto. Destacar el cuarto clasificado en la general y 1º en neófitos en el Primer Campeonato Nacional de posguerra en 1953 y la segunda plaza en la carrera por etapas Madrid-Barcelona en 1962.

Hasta ayer mismo, lo distintivo de Albalá ha sido su permanente y ubicua presencia en toda actividad aeronáutica donde se respirase afición, en las que prodigaba su proverbial y arrolladora simpatía. Fue socio del Real Aero Club de España ya en 1948 y estuvo involucrado en la posterior Federación Española de los Deportes Aéreos, donde fue Presidente de la Comisión de Vuelo a Vela. Participó como piloto en diversas Vueltas Aéreas a España y Rallyes internacionales, numerosas exhibiciones acrobáticas en planeador y lanzamiento de paracaidistas. En su vena asociativa, debemos citar además su condición de miembro fundador de la Asociación de Volovelistas de España (AVE), a quien agradecemos algunos de estos datos, y miembro de la Asociación de Pilotos Aviadores Veteranos de España (APAVE).

En emotivo e íntimo acto, desde el sábado 10 de marzo sus cenizas reposan en las pistas de la Escuela de Ocaña, y vuelan en su cielo, lanzadas desde un velero.